4 de octubre de 2010

Un buen día.

Dan las 4. Acabo de terminar de comer y estoy sentado en el sofá. Mientras, ya se cuece el plan de esta tarde. Ellos deciden la hora. Inevitablemente llegaré tarde. Hago tiempo, camino por aquí, escupo cuatro palabras con la guitarra, no me gustan. Pongo música, es momento de rock&roll. Suele sonar Pereza. Vestido de ansiedad me meto en la ducha. Sigue sonando música y me siento bien. Canto bajo el agua caliente. Alguien que contaba con mi descuido ha repuesto el champú. Sólo cuando ya no se puede respirar salgo de la ducha y acaricio el espejo del bajo para poder verme la cara. Dejando las huellas húmedas en el suelo es el momento de abrir el armario. Mientras, rezo para que salte una de Harrison en el aleatorio. Sí, hoy va a ser un buen día. Pantalón pitillo. Es otoño, el frío ya no perdona. Abrigo negro y algo al cuello. Salgo corriendo de casa: dinero, llaves y mechero. Pierdo el autobús. Efectivamente, voy a llegar tarde. Paso por el estanco de camino al lugar donde he pasado gran parte de los mejores momentos de mi vida. Mesas negras, cuadros horribles en las paredes y mucho calor, pero me siento como en casa. Cuando ya han caído los primeros litros dejamos las sillas vacías y hacemos tiempo. Automáticamente enciendo un cigarro al salir por la puerta. Joder, ¡hace frío! A las 11 saludo y pido el Brugal de siempre mientras aún no hay nadie. Conversaciones, rock, buenos amigos... Poco a poco va llegando más y más gente conocida. Con suerte se pasará Alberto por aquí. Sí, aparece. Hablamos y bebemos como hermanos. La 1 y algo. Ya empieza a dar igual la hora. Es el momento de ponerse triste, sentarse en el sofá de piel y dejar pasar un rato agradable. Me aburro y la nostalgia ya se está alargando demasiado. Siempre se despide alguien. Subimos la cuesta de siempre, abrimos un par de puertas consecutivas y comienzan las canciones de siempre. Se me ilumina la cara y sin preguntar pido dos Mahou. Se la ofrezco a un buen amigo cogiéndole por el hombro. El tiempo en ese lugar corre diferente. Ni más rapido ni más despacio. Esperamos a que suene "Un buen día", ya podemos irnos tranquilos. Una noche planetaria más. Nadamos entre gente para salir un par de cervezas después. Pasamos por un lugar sucio y  oscuro, pero con encanto. Está el de siempre con la música que me gusta. Le saludo al entrar. Ya es tarde. Bajamos la cuesta. La hora definitivamente no importa. Me despido en la esquina de las madrugadas y camino fumando solo hasta que pago 6 euros por que alguien atraviese las venas de la ciudad en 10 minutos. Ha sido un buen día.

Este es el resultado de mil noches planetarias. Sean moderadamente felices. Mucho no, que se acostumbran.     Eduardo Rubio Pomar

2 comentarios:

  1. Discrepo con Andrés.
    Creo que tienes actualizaciones mejores. Para mi gusto demasiado monótona.

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