20 de agosto de 2012

La huída.

Sólo vivo para que tú vivas.
Sólo respiro para que tú respires, hermano.
Sólo camino para allanarte el camino.
Conocemos lo peor del ser humano.

Ni siquiera consigo transmitirte
que me tienes aquí, a tu lado.
Y con esto, antes de huir
sólo pretendo contártelo.

Con esta canción de huída,
con estos versos extraños,
con esta mano tendida
me hundo entre el barro.

Que al mismo tiempo que olvidaste la sonrisa,
segamos todo lo verde.
Todo nos vino cruzado.

Sólo vivo para que tú vivas,
sólo para que tú vivas, hermano.


16 de mayo de 2012

Vámonos de viaje.

Vámonos de viaje al centro, lejos,
¡qué más da!
Vámonos de viaje vivos, muertos,
nos da igual.

Haz en mí tu equipaje, tu sueño,
tu siguiente ciudad.
Conduce en mí tus labios, tus dedos,
tu manera de hablar.

Robaré a punta de pistola el viento
que hasta allí nos llevará
y correremos juntos al infierno
de la autopista y del mar.

Haremos noche bajo el cielo
que a tus ojos imita.
Beberemos vino en el salpicadero,
si nadie lo evita.

Vámonos de viaje juntos,
se que tú elegirás el lugar.

4 de mayo de 2012

Libertad condicional.

Delito tenerte, delito pensarte.
Delito es la sed como roja la sangre.
Delito el día a día, delito la muerte.
Delito pararte, delito esconderte.

Delito la cárcel, pecado morderte.
Delito la vida, conciencia caliente.
Delito: escribirte, condena: perderte.
Morir cada día, vivir para siempre.

El urbanista triste.

Me dijo el urbanista triste
que todo era demasiado,
que el dolor se cuenta en vasos,
que la vida es demasiado larga.

Nuestra ciudad la hizo el diablo,
nuestra gente la ciudad.
Me dijo el urbanista triste
que la suerte está de nuestro lado.

No hay rincón de luz, ni de agua.
Todos son de sal.
No hay domingo sin lágrima,
no hay lunes sin paz.

No cabe el oxígeno en nuestro aire,
no cabe letra sin pensar.
Hasta la ropa de domingo
se la come el olor de la humedad.

Vivimos entre estatuas grises
que no conocen la piedad.
Me dijo el urbanista triste
que tuviera cuidado al caminar.


                           Inspirado en una canción de Nacho Vegas.

29 de abril de 2012

Una canción al viento.

Se esconde bajo el sombrero
una vida vacía de hambre,
sin peleas, lejana,
paralela al talento.

Nunca existió el carisma,
ni la aventura,
ni la piel manchada
y rasgada por la calle.

Lo vi todo fácil, de lejos.
Todo desde unos cristales
que el agua nunca traspasaba
y que yo nunca limpié.

Pasaba una vida
sin ver las estrellas por las lágrimas,
segaba de pleno cualquier atisbo
de luz, de paz, de freno.

Y ahora, ni si quiera tengo historias
para escribirle una canción al viento.


16 de abril de 2012

Tu secreto.

Todos tan ciegos,
todos tan guapos,
todos tan enfermos.

Todos tan lejos,
y yo mirando
a ver que hacemos.

Después de vernos,
y de encontrarnos,
y de mordernos,

de tanto tiempo,
de provocarnos,
de tantos nervios.

Quiero comer
de tu manzana,
beber tus besos.

Poder gritarte
en lo que pienso
cuando estoy cuerdo.

Ir más allá,
deber parar,
chocar con hueso.

Tenerte cerca,
dormir un rato,
         tenerte lejos.

21 de octubre de 2010

A hard day's night.

Me duelen los huesos. He pasado 11 horas fuera de casa. He visto el sol, he visto llover y el humo de un cigarro tapar la parte más alta de la catedral que asoma por encima de un edificio antiguo que da a la plaza de en frente de la facultad. Es el sitio más tranquilo que conozco. El día ha dado para mucho. Me gusta caminar helado de frío hacia el centro de la ciudad cargado de papel ocupado. Cruzar la gran puerta de madera de la facultad me da calma. Se respira tranquilidad, se palpa el silencio, se intuyen las pisadas. Los pasillos son infinitos y las aulas son el polo norte reducido a unos metros cuadrados. Me gusta salir a fumar sentado a la puerta del edificio en algún rato libre. Me gusta esta gente. Me siento relativamente bien. Coincido con un profesor que también sale con su paquete de tabaco a apurar el tiempo. Charlamos hasta que se consumen nuestros cigarrillos. Vuelvo a entrar. Me observan el esqueleto del laboratorio con una mirada excesivamente vacía. Entre clases y tiempos muertos se va terminando el día. En el autobús de vuelta a casa un hombrecillo de traje me cuenta cosas que no me interesan y critica al Gobierno. Camino muerto de frío a casa. Abro la puerta y siento un calor inconfundible cuando aún no he entrado. Me encanta ese momento. Dejo la cartera, me quito el abrigo.Estoy cansado. Me siento en el sofá y me doy cuenta de que al fin y al cabo no he pensado tanto en ti.

Sean moderadamente felices. Mucho no, que se acostumbran.   

Eduardo Rubio desde la noche de la ciudad.